Estimado señor Rajoy:
Espero no interrumpir sus muchas ocupaciones y
preocupaciones con mi misiva, pero quisiera llamar su atención sobre un asunto
que, según mi modesto parecer, está usted descuidando. Y es un tema que aquí,
en la
Comunidad Valenciana,
los gobernantes manejamos con mucha eficacia.
Verá, hace unos días, la
Academia Valenciana de la Lengua (AVL) presentó su
“Diccionario Normativo Valenciano”, un trabajo inmenso cuyas bondades voy a
obviar porque lo verdaderamente interesante es que en la definición del vocablo valenciano, se reconoce que es
una variedad del sistema lingüístico catalán. ¿A que ya adivina por dónde voy? Cuando nos conviene, los
catalanes son el enemigo, así que realicé unas declaraciones presentando la
definición como un ataque contra los valencianos, afirmando que no se ajusta al
Estatuto de Autonomía y advirtiendo que no se permitirán intrusiones de una
academia que no tiene razón de ser si no es capaz de cumplir con su obligación
de defender nuestra lengua. ¿Sabe usted la rentabilidad electoral que esto
puede suponer?
Por supuesto que lo sabe. Por eso me quejo. Ya que
está usted criminalizando a los catalanes tan magistralmente, ¿por qué no
incluye en su estrategia un fuerte tirón de orejas a la
Real Academia de la Lengua (la española, claro).
No habrá reparado en ello, señor Rajoy, pero en el diccionario de esa
institución se define el valenciano como “variedad del catalán, que se usa en gran parte del antiguo reino de Valencia y se siente
allí comúnmente como lengua propia” ¡Qué manía con lo del catalán! ¿Quiénes se
piensan que son estos académicos? Por el hecho de ser
filólogos, escritores o historiadores se creen con derecho a hablar sobre la
lengua, como si la ciencia o la historia estuvieran por encima de las
disposiciones de los políticos, que somos como Dioses, las legítimas
autoridades en todo, porque así lo ha expresado la voluntad popular.
Hágame caso, señor Presidente.
Ordene que se tache lo de “catalán” en el diccionario. Y si no obedecen, amenace
a la RAE con su disolución.
Así, con un par. Luego siempre puede usted maquillarlo. Si le sirve de ayuda,
aquí tenemos un Consell Jurídic
Consultiu que hace unos
encajes de bolillos que ni en Camariñas. Imagínese que han sido capaces de
emitir un informe que, en sus conclusiones afirma que “el valenciano es lo que la
Academia Valenciana de la
Lengua diga que es, en
ejercicio de su función de determinar la normativa oficial de la lengua”. Y
seguidamente, indica que “la definición contenida en el Diccionario Normativo
no se acomoda al Estatuto de Autonomía”, es decir, se interpreta que hay una discrepancia que debe eliminarse ajustándose a lo que en su día redactamos los políticos.
Para que quede más claro, reconocen la autoridad de los académicos (aunque me pese), pero inmediatamente los deslegitiman al declarar ilegal la definición que éstos han incluido en el diccionario (justo lo que pedía el gobierno valenciano). Este órgano consultivo es una joya. Sí, ya se que esto chirría, que con el mismo argumento, la definición de español dela RAE no se ajusta a la
Constitución Española,
pero da igual, porque estos juristas no tendrán ni idea de lingüística, pero dictaminan los disparates que haga falta. Incluso se ha atrevido a regalarnos un titular de prensa sin desperdicio: “Lo que ha hecho la
Academia Valenciana de la
Lengua es una
extravagancia” ¡Me encantan estos asesores!
Para que quede más claro, reconocen la autoridad de los académicos (aunque me pese), pero inmediatamente los deslegitiman al declarar ilegal la definición que éstos han incluido en el diccionario (justo lo que pedía el gobierno valenciano). Este órgano consultivo es una joya. Sí, ya se que esto chirría, que con el mismo argumento, la definición de español de
Lo dicho, señor Rajoy. Métale
mano a la RAE para que cambien la
definición de valenciano, y verá que bonito les queda el
diccionario. Aunque, si le soy sincero, no me gusta mucho la definición de castellano, porque se dice que se le llama
así al idioma español por el hecho de haber surgido en Castilla. Claro, si
aplicamos la misma lógica al valenciano, pues ya tenemos ahí al catalán… Pero
bueno. No me gusta el vocablo y punto, por mucho que le pese a mi familia. Sin
embargo, me encanta la acepción de español que lo define como
“lengua común
de España y de muchas naciones de América, hablada también como propia en otras
partes del mundo” ¡Qué orgullo siento al ser miembro de una Comunidad
Lingüística tan importante! ¡Cuanta riqueza atesora esa lengua que es capaz de
mantener la unidad a pesar de las numerosas variantes que tiene! Vale, vale, ya
sé que suena contradictorio, que lo que argumento como loable en el español lo
reniego en el valenciano, pero ¿qué le vamos a hacer? Los políticos tenemos mucho desgaste
montando farsas y tapando corrupciones como para que, además, tengamos que
preocuparnos por ser coherentes. ¡Qué le voy a contar yo a usted!
Bien, esa es mi queja. No demore el tirón de orejas
a la
RAE. En Valencia no queremos
nada que huela a catalán. Y hablando de Valencia, ¿no tendrá usted alguna
Subsecretaría vacante? Es
que aquí en la
Comunidad el
futuro no pinta bien, y creo que mi currículum es meritorio, pero la suerte me
es esquiva. Fíjese que en el enfrentamiento con la AVL que le he comentado,
yo me he llevado los palos y la Consellera de Cultura se va a
llevar las glorias. ¡Apellidándose como se apellida!
En fin, señor Presidente, medite esta crítica, que
está hecha desde el cariño, incluya el toque a la RAE en su hoja de ruta, y
no se le olvide lo de la
Subsecretaría.
Sinceramente suyo,
Serafín Español.